El valor del esfuerzo es, a mí parecer, uno de aquellos valores que más cuesta de transmitir a los hijos o alumnos. Sin embargo, constituye un reto para los educadores conseguir que los niños se esfuercen, en su día a día, por aprender los contenidos escolares.
En una sociedad regida por la inmediatez, en la que los adultos , en un exceso de protección, caemos a veces en el error de estar pendientes de cumplir sus más pequeños deseos, de forma eficaz e inmediata, los niños no aprenden la necesidad de realizar un esfuerzo, ya sea en el colegio o en cualquier otro ámbito, que les permita conseguir, gracias a la perseverancia, sus metas y objetivos.
Así que, como adultos y aunque, valga la redundancia, a veces nos cueste un esfuerzo, hemos de transmitir a los peques la idea de que cuando nos encontramos con un objetivo complicado no hay que rendirse a la primera de cambio, sino que uno de los caminos para alcanzar los logros más apreciados es el del esfuerzo y la perseverancia en él.
Los grandes o pequeños logros no aparecen por arte de magia, ya sea un control del colegio, una obra de arte, o un invento, requieren dedicación, perseverancia, práctica e incluso la posibilidad de equivocarse y volver a probar para llegar al objetivo más satisfactorio.
En el ámbito escolar el tema del esfuerzo se ha de trabajar desde que los niños son muy pequeños. Se debe prestar especial atención a aquellos niños a los que no les cuesta adquirir conocimientos, ya que estos son los que con mayor facilidad se acostumbran rápidamente a los éxitos escolares adquiridos con poco esfuerzo. La falta de hábitos de estudio, con el paso de los años y la subida del listón escolar hace que aumente su tendencia al fracaso escolar por no haber adquirido los hábitos de estudio y capacidad de trabajo adecuados.
El objetivo de los adultos es el de conseguir que los niños en el colegio adquieran la capacidad de trabajo, de esfuerzo no para obtener buenos resultados escolares, sino para aprender. Habrá asignaturas que les gusten más que otras o que las aprendan con más facilidad. Los adultos, padres o profesores, deben de prestar mayor atención a aquellas que cuestan mas o no gustan y fomentar allí los hábitos de estudio.
Despertar el interés del niño por lo que esta haciendo es el mejor método para conseguir que el esfuerzo salga de uno mismo y no de la obligación o del miedo al castigo.
Para ello necesitamos motivarles hacia el aprendizaje. En la motivación para adquirir unos buenos hábitos, que posibiliten el hecho de que el niño se esfuerce por avanzar, en la escuela hay dos elementos que cabe destacar por su importancia:
– La curiosidad.
– El desafío.
La curiosidad será quien les lleve a cuestionarse sobre el porqué de las cosas y el desafío a superarse.
Para que los niños adquieran interés para alcanzar sus metas y superarse a través del esfuerzo necesitamos como base fomentar la curiosidad y el espíritu combativo, de no rendirse ante los retos.
Ahora bien, al igual que a través de la obligación y el castigo no avanzaremos en nuestro objetivo de que los niños adquieran el valor del esfuerzo en la escuela si que lo haremos si potenciamos los logros a través de premios y la demostración de que nos sentimos satisfechos con sus avances.
Cuando el niño obtenga resultados es fundamental que el adulto reconozca sus logros. Ante el fracaso lo mejor es enseñar a los niños, que en ocasiones, este no es más que otra manera de aprender, el fracaso nos ayuda a mejorar y buscar soluciones nuevas a los problemas.
Para despertar el interés por el aprendizaje es de vital importancia que las escuelas empiecen a dejar un poco de lado el rol de simple transmisor de conocimientos, basado métodos repetitivos y tediosos enfocados básicamente a la obtención de nota y se centren en la medida de lo posible en los aspectos más prácticos del aprendizaje.
Si queremos transmitir valores a los peques es necesario empezar por nosotros mismos y predicar con el ejemplo y desde aquí animo a padres y educadores a empezar a esforzarse para educar en el valor del esfuerzo.