Los miedos infantiles

Este mes en Hay Vida Después de los Seis, una iniciativa de Merak Luna, tratamos el tema del miedo en los niños. Y es que, entre nuestros hijos, quien más quien menos ha sufrido esta emoción que puede ir acompañada de ansiedad.

Si en alguna ocasión no sintiéramos miedo, no seriamos humanos. El miedo es una emoción inherente al ser humano (y a la mayoría de seres vivos dotados de un cerebro más o menos complejo). El miedo es una herramienta que permite a nuestro cerebro estar alerta para sobrevivir ante un posible peligro.

Cuando se produce una situación de miedo, nuestro cerebro inmediatamente lanza un mensaje a nuestro cuerpo, que reacciona manteniéndose alerta, el corazón se acelera, la respiración se torna más rápida, incluso se puede respirar con dificultad, el cuerpo tiembla, sudores…

Una persona que no conozca esa emoción resultaría temeraria, y se vería más expuesta a los peligros. Así que es una emoción a la que le podemos dar la vuelta, y valorar como algo no tan negativo, cuando estamos hablando de miedos normales en niños, es decir, cuando no se genera una situación que pueda calificarse de patológica.

Miedos infantiles

Causas de los miedos infantiles

Las causas del miedo en los niños son múltiples y variadas. El miedo se puede producir ante un estímulo real o imaginario. En ocasiones los miedos que pueden sufrir nuestros hijos nos parecen intrascendentes, pero nunca hay que subestimarlos, o quitar importancia, y resulta obvio que no se debe ridiculizar la causa de esta emoción.

Los niños pequeños pueden tener miedo a la oscuridad, a los fantasmas, monstruos,… A partir de los 6 años, aunque pueden continuar sufriendo miedos irracionales, estos se dirigen más hacia elementos racionales como puede ser el rechazo social, a la escuela, el miedo a perder el amor de sus padres (perceptible a través de los celos entre hermanos), a la muerte,…

Como anécdota os voy a contar que una de mis hijas, cuando contaba con 5 ó 6 años sufrió una etapa de pesadillas continuas porque temía que, debido a la contaminación del planeta, el aire se enrareciera y no pudiera respirar. Este último no era un miedo innato, sino un miedo adquirido, alguna cosa vio o escuchó que le produjo una verdadera angustia y ansiedad. En este sentido, es importante controlar bien, sobre todo en los más pequeños, los estímulos que reciben nuestros hijos: la televisión, cosas que pueden escuchar… No estoy diciendo que les ocultemos la realidad y les pintemos el mundo de color rosa, sino que seamos consecuentes con lo que por edad son capaces de asimilar.

Las situaciones de temor o miedo continuado pueden contribuir a generar estrés y ansiedad en los niños, y esto es una emoción negativa que puede degenerar en alteraciones psicosomáticas, y es por ello que debemos estar alerta si los niños presentan algún tipo de reacción de miedo que se mantiene en el tiempo.

Cómo podemos ayudar a nuestros hijos con sus miedos

– En primer lugar es interesante averiguar qué es aquello que les causa el miedo. A partir de ahí, enseñar a gestionar ese miedo. No subestimarlo, tampoco resulta nada recomendable evitarlo, hay que enseñarles poco a poco a enfrentarse a sus miedos.

– Propiciar un entorno relajado, un ambiente familiar en el que el niño se sienta protegido por sus padres. Aquí tampoco hay que confundir aportar seguridad con sobreproteger.

Si los miedos se producen durante la noche, es interesante prepararnos concienzudamente antes de ir a dormir. Evitando televisión y pantallas que generan más estrés, y proporcionando al niño un ambiente tranquilo, con luz tenue, acompañar ese último momento del día de un vaso de leche caliente, o un cojín de lavanda, que también contribuye a relajar.

En mi caso, cuando mi hija, como os he dicho anteriormente, tuvo una etapa complicada de terrores nocturnos, nos ayudó mucho practicar la meditación antes de dormir. Para ello nos servimos de los cuentos de meditación para niños de Maureen Garth, que me recomendó una amiga, y que en el caso de mi hija fueron tremendamente efectivos.

– Es importante enfrentarse a los miedos. Para ello es fundamental que conozcamos bien la causa. Siguiendo con el ejemplo de mi hija, que tenía miedo de no poder respirar a causa de la contaminación, nos volcamos de lleno en el tema de la ecología. La premisa fue que ese miedo era un miedo razonable, porque es evidente que en la Tierra hay mucha contaminación y eso no se lo podíamos negar, sin embargo si todos ponemos nuestro granito de arena para cuidar nuestro entorno es más difícil que eso se produzca (lo que origina el temor). Así que la niña empezó a colaborar en tareas de reciclaje, separación de residuos. Buscamos información sobre el tema, hicimos powerpoints, colaboramos con entidades relacionadas con el tema… y poco a poco se fue superando, hasta que un día recuperó la calma.

– No perder el miedo a hablar sobre lo que nos asusta: es necesario ofrecerles a los niños la posibilidad de dialogar sobre esas situaciones que les provocan miedo. Como padres hemos de hacer un esfuerzo en ofrecer a los nuestros una escucha activa si queremos que el diálogo sea un recurso positivo. No hay que juzgar, no hay que subestimar, cultivar nuestra empatía y colocarnos en la piel de los pequeños, ya que lo que a nosotros nos puede parecer una nimiedad, para ellos es algo de suma importancia.

Casi todos los niños pasan por etapas de miedos infantiles. A veces se trata simplemente de una cuestión evolutiva, pero nosotros como padres, principalmente en las etapas más tempranas, debemos acompañarles, calmarles, transmitirles, que ellos sientan que tienen nuestro apoyo incondicional.

8 Comments

  1. Dacil
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