Cuando los niños dicen mentiras

El tema que nos ocupa en #hayVidadespuésdelosSeis son los niños que mienten. Siempre he creído que a nadie le gusta que le digan mentiras y si no quieres que tus hijos mientan, predica con el ejemplo. Y os garantizo que esta premisa la he seguido al pie de la letra.

Si la cosa fuera tan simple, el problema sería de fácil solución, pero no es tan sencillo. Los motivos por los que los niños mienten pueden ser muy variados, y no os podéis imaginar como me he sentido, ilusa de mí, cuando les he pillado en alguna que otra mentirijilla.

Como si se tratara de un monólogo conmigo misma, lo primero que pienso es: -¿Por qué me mientes? ¿Acaso yo te miento a ti?

Y es que cuando tus hijos te mienten, lo que te viene a la mente es una posible falta de confianza, aunque tampoco es tan simple, y detrás de una mentira se pueden encontrar infinitas razones.

Niños que mienten

Por qué los niños mienten

– A mi parecer la más importante de las causas por las que los niños mienten es el miedo: el miedo a ser castigados, a no cubrir nuestras expectativas, a no haber actuado correctamente.

– Otro de los motivos puede ser la vergüenza. Y esto, a modo de ejemplo, acostumbra a pasar en aquellos niños que sufren acoso. Que puede ser que se sientan avergonzados por una situación de la que ellos no son responsables y les da vergüenza que les veamos en una posición de desventaja o se rompa la imagen que tenemos de ellos.

– El saber que no vamos a estar de acuerdo con determinadas situaciones. Esto puede ocurrir cuando los padres tienen tendencia a juzgar. Si un día vienen contando alguna experiencia y les contestamos con una crítica negativa, o incluso un castigo, no estamos fomentando el diálogo ni la confianza y probablemente la siguiente vez, o bien nos ocultarán la verdad, o la disfrazarán.

– Para llamar la atención.

– Cuando el niño no está de acuerdo con lo que le rodea. Por ejemplo, el niño que miente a sus compañeros diciendo que tiene muchos juguetes, para ocultar su frustración.

– Por imitación, si acostumbramos a mentir a los niños, ellos aprenderán que esa forma de actuar es la normal, cuando no es así.

– Para dar ante los demás la imagen que creen que esperan de ellos. La necesidad de sentirse aceptados.

Qué hacer ante las mentiras

Vivir diciendo mentiras no favorece para nada el bienestar con uno mismo. Por ello es necesario que eduquemos a nuestros hijos en el valor de la honestidad desde pequeños. Hay que distinguir entre mentiras y mentirijillas, y en los niños muy pequeños tampoco se les debe dar mucha importancia a algunas, ya que a veces les cuesta distinguir entre realidad y fantasía, otra cosa es si se convierten en algo muy habitual o exagerado.

– Para que los niños no se acostumbren a mentir, lo primero, como apuntaba al inicio del post, es que nosotros como padres no les mintamos. En los más mayores, ya os he comentado, que el predicar con el ejemplo solamente no basta. Hacen falta más pautas para evitar que se refugien en las mentiras.

– Lo más importante es descubrir por qué nos están mintiendo. Quizá la mentira es la punta del iceberg de otros problemas. Así podremos trabajar la educación emocional desde diversas vertientes, según nosotros como padres veamos: bien la autoestima, los miedos, acoso, hacerles comprender que los queremos tal y como son,…

– Salgamos de nuestro propio yo y observémonos a nosotros mismos como padres, quizá somos demasiado exigentes, o los juzgamos, o somos demasiado autoritarios y lo que genera las mentiras es que no se sientan a la altura de nuestras expectativas…

– Con la ayuda de cuentos y charlas o juegos podemos trabajar el valor de la sinceridad, la importancia de ser honestos con nosotros mismos y la empatía, ya que a nadie le gusta ver que le han mentido. Que nosotros somos responsables de nuestros actos. Y que si nos acostumbramos a mentir, perderemos credibilidad ante los demás, igual que le ocurrió al pastor mentiroso.

– Crear con nuestros hijos un clima de confianza cuando hablemos con ellos. Para mí es importante que en nuestra mente esté muy presente la importancia de un diálogo abierto, con escucha activa y sin emitir juicios, ya que si lo hacemos, lo que vamos a conseguir es que en la próxima ocasión se cierren en banda.

Estas son las pautas que más o menos sigo en el día a día de mis hijos. Aunque puedo afirmar que en nuestra familia este tema nunca ha sido un problema, ya que mis hijos no tienen tendencia a mentir. Sin embargo, si las mentiras se convierten en algo excesivo o habitual, y como padres nos sentimos desbordados con el tema, creo que no está de más acudir a un profesional.

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